lunes, 8 de noviembre de 2010

Gitanos rumanos intimidan a españoles en la recogida de setas

Salen a diario al campo, regresan con furgonetas repletas y negocian el precio, son rumanos, se cuentan a centenares y pueblan los municipios de 'mercadillos espontáneos' • Alcaldes y micólogos cuestionan sus prácticas para hacerse con el mercado

Los vecinos de los 14 municipios de la zona de Montes Norte no son los únicos que a lo largo de estos años han encontrado en la recogida de setas una alternativa a sus ingresos para hacer más llevadera la crisis y sumar así unos cuantos euros a la cuenta corriente. Desde hace unas semanas, y esta temporada con mayor incidencia, cientos de rumanos pueblan distintas localidades de la comarca revelándose como 'codiciosos' cazadores de níscalos (la variedad más abundante en los pinares de la comarca). Son los que a día de hoy sacan el verdadero 'jugo' al negocio de las setas. El cómo lo hacen es lo que trae de cabeza a aficionados y responsables municipales.
Que donde comen dos comen tres está más que comprobado, ahora bien, que donde hay lucro para unos pocos existe negocio para '800' es más discutible. Todo depende de la manera en la que empiece y acabe la transacción y de las artes que se empleen en ese recorrido para obtener réditos de una práctica tan antigua, social y enriquecedora como salir al campo a la búsqueda del níscalo. Pero, sobre todo, depende de a quién se le pregunte.
Si es a los alcaldes, la respuesta es que el fin no justifica los medios y que la oleada de rumanos de etnia gitana llegada a sus pueblos está generando «inquietud» entre la población y malestar entre los aficionados. Los expertos en micología denuncian una invasión perjudicial del terreno mediante la utilización de rastrillos para extraer los hongos «de manera indiscriminada y sin cuidado alguno». Pero si la cuestión llega a los marchantes extranjeros de setas la respuesta es obvia a la par que jugosa: cientos de euros al día por la venta de níscalos a «unos tres euros» el kilo (en la actualidad, el precio de compra en el mercado oscila entre los 6,50 y los 8 euros).
Lo cierto es que para todos, salir al campo a por setas se ha convertido en los tiempos que corren en una 'carrera' por llegar el primero, en la que los procedimientos a utilizar de algunos participantes son bastante turbios.
Octubre de 2009: un grupo de rumanos de etnia gitana es expulsado de Fortanete (Teruel) por acampar ilegalmente para recolectar rebollones con fines lucrativos. Noviembre de 2009: decenas de rumanos arrasan las setas en montes de Vega (El Bierzo leonés) y crean malestar entre los vecinos de Sancedo y de Espinareda, que no ocultan su enfado por considerar una «invasión» de sus pinares. Se quejan a la Subdelegación del Gobierno en León. Esta semana: cinco campamentos compuestos por más de 200 personas, en su mayor parte de nacionalidad rumana, son desmantelados por la Guardia Civil en la provincia de Huesca, donde se dedicaban a la recolección masiva e indiscriminada de setas.
Saceruela, noviembre de 2010: varios vecinos de este pequeño municipio de Ciudad Real denuncian en el Ayuntamiento y en el cuartel ruedas pinchadas en sus coches y destrozos en los mismos cuando los habían dejado aparcados en los pinares de la zona para buscar variedades un domingo.
«Aquí la gente es muy aficionada a salir con amigos y familiares a recoger níscalos. Se ha hecho de toda la vida», comenta Germán Díaz, alcalde de Saceruela. Pero las cosas han cambiado, «a peor». De un tiempo a esta parte decenas de rumanos se han instalado en el pueblo y alrededores, duermen en furgonetas o en el campo y se pasan el día entero cogiendo setas, pero el problema no es ese: «Ya son varios los vecinos, habituales en las salidas al campo, que me han contado que al volver de la recolecta se han encontrado sus coches con las ruedas pinchadas y las lunas rotas y en los casos que tenían setas en el maletero, sin ellas», precisa el primer edil saceruelense. Él sólo le encuentra una explicación a este modo de proceder: «Se han dado cuenta de que hay mucho negocio porque esta temporada es muy buena y no quieren competencia. Y la gente, como es lógico, desiste de salir porque no les merece la pena ver destrozados sus coches por un puñado de setas».
Una llamada y la Guardia Civil de este municipio ciudadrealeño confirma los hechos. «No se puede precisar el número de vehículos afectados, pero sí que son varios. Es una lucha por conseguir más y el problema es que no se denuncia», explican desde el cuartel. El regidor municipal sopesa este inconveniente: «Si no hay denuncias, por evitar líos y porque al final los daños los paga el seguro, pues no se investiga lo que pasa. Por eso yo invito a mis vecinos a hacerlo». No obstante, reconoce que es un problema «al que no se le va a poner freno hasta que no se le pongan límites al campo».
María Ángeles Rojas, alcaldesa de Porzuna, atiende la llamada de este periódico y explica que a ella personalmente no le han llegado «quejas serias» de los 'nuevos inquilinos' que tiene en el municipio. «Sí que hay cierta inquietud porque es la primera vez que se ve a tantos rumanos, pero ayuda el hecho de que las setas no las vendan en Porzuna, se van fuera a montar el chiringuito». ¿Dónde?

un mercadillo de setas. Son poco más de las 16.00 horas y los alrededores del restaurante-hostal Cuatro Caminos de Piedrabuena (dentro del pueblo, en el cruce de la carretera de Luciana con la de Extremadura) empiezan a convertirse en el hervidero de rumanos en el que se transforman todos los días desde hace semanas. «Son muchos más que el año pasado, pero vamos que aquí pagan bien y no hay problema», dice a La Tribuna una voz femenina al otro lado del teléfono del establecimiento. «A las siete de la mañana se van en sus furgonetas al campo y a eso de las 16 horas vuelven con los vehículos hasta arriba. Se monta aquí una buena, la calle parece un mercadillo», comenta la misma voz.
De repente un día cualquiera el pueblo se llena de cientos de personas que viven, duermen y realizan sus transacciones comerciales en plena calle, donde acuden los intermediarios para negociar los precios del kilo de níscalos. El alcalde de Piedrabuena, José Luis Cabezas, reconoce que tiene un «problema social» compuesto por «unos 200 rumanos» que están generando «cierta alarma» entre sus vecinos.
«El despliegue de estas personas es exagerado cuando cae la tarde y lógicamente como alcalde tengo la responsabilidad de que mis vecinos estén tranquilos». Cabezas analiza la situación: «Cuando llegaron hubo quejas de pequeñas tiendas porque les robaban, se metían once o doce y mientras uno compraba otros cogían pequeñas cosas al descuido. Lo que hice entonces fue pedirle a los agentes de la Policía Local que echaran horas extra para vigilar esas compras». «De todas formas - continúa explicando el primer edil - la Guardia Civil ha tenido que intensificar también la vigilancia para tener controlado el asentamiento espontáneo que ha surgido en el cruce del Cuatro Caminos y alrededores del restaurante Los Pucheros (carretera de Extremadura)».
Han pasado los días y con ellos una satisfactoria respuesta a estas medidas: «Los informes de los agentes que me llegan a diario verifican que no se han frenado los robos y que las tiendas están ahora satisfechas porque sus ventas se han incrementado con estos nuevos clientes, es el lado bueno (ríe)».
Sin embargo, y aunque el alcalde de Piedrabuena no tiene constancia de destrozos en coches durante salidas al monte, sí advierte de un comportamiento que le ha llegado su despacho: «Algunos ciudadanos me han trasladado su malestar porque estas personas se juntan en grupos de doce, trece o catorce y rodean a uno o dos aficionados del pueblo, a los que coaccionan o amedrentan o invitan o como se le quiera llamar para que no salgan al campo a recoger hongos». «Por ello también hay más vigilancia», dice.
«Todo el mundo es libre de salir al monte, de vender lo que coge y de ponerle el precio que desee porque es un libre mercado, pero claro... debe haber límites en la forma y en el fondo del negocio, pero sobre todo en las formas porque su supervivencia depende de ello», apunta José Parrilla, micólogo y secretario de la Asociación Viseña Amigos de la Naturaleza (AVAN).


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